1.Sobre la mesa de nuestra cocina, limpia y seca, espolvorearemos un poco de harina, y una pizca de sal, sobre todo lo cual pulverizaremos un poco de agua con la ayuda de una escobilla, unas varillas u objeto que lo permita, para que se formen a continuación unos grumos, que podremos ir aumentando su tamaño con el movimiento del tamizador de harina, si le vamos añadiendo más harina y un poco de agua pulverizada. El tamizador dejará pasar la harina y retendrá los grumos u 'hormigonicos' que iremos reservando a parte.

2.En una sartén con aceite caliente, echaremos estos grumos y les daremos unas vueltas para dorarlos, reservándolos cuando estén totalmente tostados, los reservaremos, para colocarlos después en los platos soperos, midiendo a 'puñadico' por comensal.

3.Finalmente, sólo nos resta añadirle a los platos el caldo del cocido que habremos calentado y rectificado de sal, mientras se hacían los 'hormigonicos'.

Este puede considerarse como un plato desaparecido en nuestra gastronomía, pero que si tenemos un poco de imaginación, podremos mejorarlo añadiéndole un poco de huevo duro rallado en cada plato, así como un majado de unos dientes de ajo y unas hojitas de perejil, antes de servirlo.